En esa jungla de adrenalina e hiperactividad que es el mundo del videojuego, dominado por criaturas frenéticas como Age of Empires o Need for Speed, sobrevive con éxito uno de esos clásicos sencillos e inocentes que los pioneros de la informática idearon en los albores del negocio. El Tetris cumple 30 años con el formidable récord de más 70 millones de copias vendidas en el mundo. Pocos productos han resistido como este el paso del tiempo, una longevidad que lo sitúa a la altura de Zelda y otras series de leyenda. El padre de la criatura es el ruso Alexei Pajitnov, un investigador de la Academia de Ciencias Soviéticas de Moscú fascinado por las matemáticas y los ordenadores, que en junio de 1984 creó este rompecabezas que coquetea con la geometría, el espacio y el tiempo. Lo ideó para su ordenador, un viejo cacharro llamado Elektronika 60.
Se inspiró para ello en un juego de pentominós, figura geométrica compuesta por cinco cuadrados unidos por sus lados. Hay 12 en total. Cada uno de ellos va cayendo desde la parte superior de la pantalla y el usuario debe girarlos en el trayecto y acomodarlos en la parte baja para ir formando líneas completas que van desapareciendo y liberando espacio para más pentominós.
Un experto puede manejar con facilidad la distribución de 150 piezas. «El juego se sigue vendiendo muy bien. Es como la aspirina. Por muchos productos
que salgan, no deja de utilizarse», sostiene Pedro Bouza, brand mánager de Nintendo DS en España, empresa que se hizo con los derechos del juego
en 1988. El ruso Alexei Pajitnov ideó la criatura en 1984. «La clave del éxito está en su sencillez y en su capacidad para retar al usuario, que sigue jugando para buscar más puntuación. El único límite es el aburrimiento». Tal vez sea eso lo que ha hecho del Tetris uno de los videojuegos más adictivos de la historia. Irrumpió como una avalancha en España a finales de los ochenta, cuando la generación de la Nocilla se sacudía la adolescencia y giraba pentominós en las máquinas de los pubs. Ha sobrevivido también a la del Bollicao y a la del Pokémon, y amenaza con dejar atrás a la del iPhone y a la de Facebook.
El inventito de Pajitnov se lo apropió el ya agonizante Estado soviético, que vendió los derechos a Nintendo en el 88. La firma japonesa dio el pelotazo
con un cartucho para la Gameboy. Cuando Pajitnov lo vio en Tokio se tiró de los pelos.
Se inspiró para ello en un juego de pentominós, figura geométrica compuesta por cinco cuadrados unidos por sus lados. Hay 12 en total. Cada uno de ellos va cayendo desde la parte superior de la pantalla y el usuario debe girarlos en el trayecto y acomodarlos en la parte baja para ir formando líneas completas que van desapareciendo y liberando espacio para más pentominós.
Un experto puede manejar con facilidad la distribución de 150 piezas. «El juego se sigue vendiendo muy bien. Es como la aspirina. Por muchos productos
que salgan, no deja de utilizarse», sostiene Pedro Bouza, brand mánager de Nintendo DS en España, empresa que se hizo con los derechos del juego
en 1988. El ruso Alexei Pajitnov ideó la criatura en 1984. «La clave del éxito está en su sencillez y en su capacidad para retar al usuario, que sigue jugando para buscar más puntuación. El único límite es el aburrimiento». Tal vez sea eso lo que ha hecho del Tetris uno de los videojuegos más adictivos de la historia. Irrumpió como una avalancha en España a finales de los ochenta, cuando la generación de la Nocilla se sacudía la adolescencia y giraba pentominós en las máquinas de los pubs. Ha sobrevivido también a la del Bollicao y a la del Pokémon, y amenaza con dejar atrás a la del iPhone y a la de Facebook.
El inventito de Pajitnov se lo apropió el ya agonizante Estado soviético, que vendió los derechos a Nintendo en el 88. La firma japonesa dio el pelotazo
con un cartucho para la Gameboy. Cuando Pajitnov lo vio en Tokio se tiró de los pelos.
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